miércoles, 15 de mayo de 2013

Fatum funestum

"Parece una broma, pero somos inmortales. Lo sé por la negativa, lo sé porque conozco al único mortal." Así inicia "Una flor amarilla" de Julio Cortázar, fabuloso cuento de corte fantástico que más que extrañamiento me alivia, un poco, y luego me agota.
¿Alguna vez has conocido a alguien que es exactamente igual a un otro más? Precisamente de esto se trata la historia. Un hombre que se ve a si mismo en un chiquillo de 13 años quien, inesperadamente muere antes que él. Con la tragedia de la muerte sobreviene una aun mayor: su sucesor ya no existe más, su "yo" futuro ha muerto y con él su trascendencia, su posibilidad de inmortalidad.
Lo que podrá parecer un cuento fantástico responde, en realidad, a lo que en más de una ocasión hemos vivido (o he vivido) y he decidido nombrar "persona desplazada". La persona desplazada se sustenta en la base de que somos nada únicos y que siempre hay un otro alguien que es un "otro mismo", un yo con algunos años menos o algunos años más... o un yo hipotético, un "que hubiese pasado si..." por ejemplo, hubiese nacido en tal país, me hubiese criado en tal familia, hubiese tenido equis idioma o hubiese heredado aquel capital. Lo sé porque conocí a un yo hipotético, porque siendo todo lo recesiva que soy me he visto en, por lo menos tres personas más.
La persona desplazada es esa persona que es aquella otra. Esa aquella que demuestra ser perturbadoramente igual a otra, y deja la sensación de que son la misma, en realidad, desfasada.  La fotografía que no enfocó correctamente y retrata al mismo haz de luz con sucesivas y cada vez más tenues repeticiones.
Dice la teoría cuántica que nada es menos concreto y particular que una partícula de materia. Según el principio de incertidumbre, es imposible determinar la exacta posición y estado de una partícula, de hecho, constantemente efectúan saltos cuánticos que le permiten estar y no estar en un punto a la misma vez y, más impresionante aún, estar en más de un punto en exactamente el mismo momento.
Como señaló Niels Bohr, "Aquel que no se asombra cuando se encuentra por primera vez con la teoría cuántica es que posiblemente no se ha enterado de nada".
Y si esto pasa en tan pequeñas partículas de materia, porqué no habría de pasar en las personas que somos, finalmente, materia y alguna cosa más.
Las personas desplazadas son una de las cosas que más me perturban actualmente. Por razones fácilmente explicables, pero no por eso satisfactorias, hay personas que me producen la extraña sensación de que son alguien más, solo que hace algunos años atrás.
Las razones son claras: un parecido físico, una expresión, una manera de mirar, la voz, la manera de hablar, la coincidencia en los gustos, etc. Cualquier tipo de similitud puede despertar esta sensación de que te encuentras frente a una persona desplazada.
Tengo un alumno, por ejemplo, que se parece extrañamente a un compañero que tuve en 1° medio y, a pesar del entrañable parecido físico, los gestos y la voz, comprendo perfectamente que no se trata de la misma persona. La confusión se reduce, en este caso, a una frecuente dificultad de recordar su nombre y a la frecuencia con que me tiento a llamarlo "Diego" aun tres meses después de aprender perfectamente su nombre real. Pero él no es una persona desplazada, no, es solamente una persona similar.
Las auténticas personas desplazadas tienen una pequeña gravedad. En "Una flor amarilla"el hombre desplazado nos señala que "cualquier cosa que hicieran el resultado sería el mismo, la humillación, la rutina lamentable, los años monótonos, los fracasos que van royendo la ropa y el alma, el refugio en una soledad resentida, en un bistró de barrio." Tememos por esas nuevas versiones. Nos perturba la posibilidad de que la historia se repita una y otra vez, se quiera o no, se intente o no evitarlo. No nos resignamos al determinismo, sin embargo le tememos conscientes de su posibilidad.
De esto conozco un caso. Una persona que tiene tres nombres distintos, tres edades, tres ocupaciones, tres rostros disímiles. Cuando conocí al primero no noté nada particular en él (error, pero al menos nada que presagiara su desplazamiento). Cuando conocí al segundo tardé un par de semanas en notar la relación que, sin embargo, resultaba tan evidente (la misma carrera, la misma personalidad, la misma manera de vestir, etc.). Pero cuando conocí al tercero me perturbé de verdad. Bastó nada más verlo para caer en la cuenta de que era el segundo... y un mes después saber que era, además el tercero. Y éste es el que me preocupa de verdad. Que el segundo se parezca al primero no le importa a nadie, ¿pero tres? ¿No será mucho? Además, si las teorías son ciertas y el futuro es volver al inicio y el determinismo vence sobre la voluntad, entonces el tercero lo pasará bastante mal.
Por supuesto lo anterior tiene mucho de literario en el estricto sentido de ficcionalidad (nunca ha sido mi intención escribir literariamente, porque para eso hay grandes escritores y yo soy profe y nada más). Lo he contado mucho más dramático de lo que realmente es, pero la sensación es real, la física cuántica y el cuento de Cortázar también, y las personas desplazadas tienen nombre y rostro, además.


PD. tengo que aprender a escribir cierres, nunca pude hacerlo en letras y me temo que nunca aprenderé. Le preguntaré a mi doble cómo lo hace ella...

miércoles, 8 de mayo de 2013

Ser la profe hot

Y bueno, hace años atrás habría pensado que la profe que, como decirlo sutilmente, "inquietara" a sus estudiantes debía ser una provocadora cualquiera que, por medio de un uso constante de minifaldas, hot-pants, bucaneras y escotes profundos, causara toda clase de revuelos en sus estudiantes.
Consecuentemente con mi convicción, me hice de un guardarropas relativamente formal que incluye una serie de pantalones de tela y blazers, con las tan poco seductoras blusas abotonadas. Sin embargo, el fenómeno de "la profe hot" me alcanzó aparentemente, lo cual me lleva a pensar que, al parecer el "inquietar" a los estudiantes no depende, en realidad, de la manera en que una profe se vista o se comporte.
En varios de los casos de compañeras recién salidas de la u se ha producido lo mismo, y no es que ninguna de nosotras nos estemos vistiendo de personaje porno precisamente. Así que aquí va mi teoría:
Adolescencia masculina, entre los 13 y los 18 años. Estado hormonal: caótico. Madurez cerebral para enfrentar temas relativos a sexualidad: insuficiente. Presencia de sujetos del sexo contrario: constante. Elemento de quiebre: la novedad.
Estos pobres críos se encuentran rodeados de las mismas mujeres (compañeras y profesoras) desde siempre, de modo que están relativamente acostumbrados. Ahora, ya que el caos hormonal debe liberarse de alguna manera, cualquier presencia de alguna chiquilla extraña podría ser objeto de interés. Sumemos a esto la proximidad de edad y.... voilá.
No hay que ser guapa, no hay que vestirse hot, no hay que tener "la actitud".
Lo único necesario es ser mujer, y ser nueva... y listo. Caos hormonal.